El equipo antioqueño es el que menos goles ha recibido en el torneo, y también el de menor cantidad de derrotas. Los bogotanos apenas se ajustan a la idea de Jorge Bava.

Son un contraste. Para muchos fue justo que el DIM llegara a la final; otros se mostraron sorprendidos por la clasificación de Santa Fe. El equipo antioqueño fue uno de los que mejor nivel de juego mostró durante todo el semestre. Con el paso del tiempo, la estrategia de Alejandro Restrepo maduró y se consolidó.
El cuadro bogotano, por su parte, no tiene una forma de jugar sólida. Por el contrario, es un equipo que depende de picos emocionales y destellos individuales de sus futbolistas. ¿Por qué? En parte, debido a que en lo que va de 2025 ha tenido tres entrenadores.
Al inicio del año, el Expreso Rojo era dirigido por el uruguayo Pablo Peirano. Sin embargo, después de la eliminación de la Copa Libertadores en la fase previa a los grupos, fue despedido. Lo reemplazó, durante siete partidos, el colombiano Francisco López, quien hace parte del club y estuvo encargado hasta que, poco más allá de la mitad del torneo, llegó Jorge Bava.
El técnico uruguayo metió a los bogotanos en los cuadrangulares y, con pundonor, contra todo pronóstico, los llevó a una final ganando un grupo donde no eran favoritos, porque el fútbol que mostraban no convencía ni a propios ni a extraños.
¿La estadística, a favor del DIM?
El rojo capitalino entró a los cuadrangulares en la sexta casilla. Sus aficionados no estuvieron contentos, sobre todo porque, en la última jornada de la fase regular, perdieron 6-1 contra Alianza Valledupar.
Lo mismo ocurrió con el DIM. A sus hinchas no les gustó que El Poderoso sufriera hasta la penúltima jornada para meterse en el octagonal. Además, se mostraron molestos porque el cuadro rojo entró a los cuadrangulares en la octava casilla, después de sumar 32 unidades.
Sin embargo, en el balompié local —lleno de particularidades— ingresar en esa casilla ha sido sinónimo de buen augurio para varios equipos. Por un lado, debido a que llegan sin la presión de ser “favoritos” de sus grupos; por otro, porque los obliga a entregarlo todo.